SÁBADO 2  ABRIL

No puedo decir que todos los días veamos el sol nacer, pero del alba de este pasado sábado 2 de abril, los habitantes del bosque no perdimos detalle. Eran las cinco de la mañana cuando la casa empezó a vivir. El olor a café fue invadiendo poco a poco la estancia todavía sumida en la oscuridad, despertando nuestros sentidos. La perra se desperezaba en su natural yoga matinal, un poco perpleja ante tanta actividad tempranera.. Perro hacia arriba, Perro hacia abajo!

Con la taza del humeante líquido negro en la mano, salimos al porche a catar la temperatura: 4 grados marcaba el termómetro. Entramos rapidito a apurar el café al calor del dulce hogar, pero al cabo de un rato no pudimos resistir la tentación y bien abrigados  repetimos la experiencia, curiosos de ver lo que deparaba el cielo protector. Y el espectáculo empezó.

La sombra espesa del bosquecillo de bambú delante de la casa, separaba nuestro campo de visión en dos partes con vida propia. Al suroeste se respiraba la nitidez de un cielo despejado, en el que una protagonista luna menguante  iluminaba todo a su alrededor, aniquilando el poder de las estrellas ya inexistentes y  sumiendo la escena en un azul profundamente oscuro, oceánico e hipnótico. Al noreste del bambú, la niebla dominaba el bosque centenario todavía sin luz, convirtiéndolo en un lugar incierto del que empezaban a brotar tímidos cantos de pájaros madrugadores.

No sabiamos muy bien a donde mirar. Nuestra cabeza trazaba ciento ochenta grados constantemente

El azul cobalto se iba aclarando poco a poco, y de entre la niebla las ramas arriba de los robles y castaños todavía desnudos presidían estoicos el cambio. La mezcla de melodías de todo tipo de pájaros, grandes y pequeños, iba in crescendo, al mismo tiempo que una luz anaranjada difuminada por una niebla que se disipaba con rapidez, surgía en pleno este saludando misteriosamente el día naciente.

Y con  luz de sol radiante y frente a unos Picos de Europa brillantes de nieve, una banda de intrépidos yogis y no yogis se adentró en el bosque dispuestos a explorar el entorno, cuidar el cuerpo, compartir experiencias y alimentar el alma.

Y no solo fue respira, estira, expira y vuelve a inspirar, no! Fue mucho más.

Fue un buen día de primavera en compañía de gente con alicientes varios,  capaces de integrarse sin problemas en la sencillez, improvisación y la novedad.       Mezcla de edades y de procedencias; Intercambio de nombres y de pareceres;  Y ante todo las mismas ganas comunes de disfrutar de la madre naturaleza sea en el estado que sea.

Y como una imagen vale más que mil palabras, aquí os dejo una secuencia  a todo color de lo que sucedió en mitad del bosque, guiados por Verónica Trabanco, que con una naturalidad extrema acabó involucrando con su mágica forma de hacer, incluso a los que se suponía no venían a ello.

Yo con mi cámara en mano, apoyada en Roberto, uno de mis robles preferidos, y junto a una estoica escultura blanca vigilante de la foresta, observaba la escena, por una parte contenta de tener tan buenos figurantes y al mismo tiempo  con grandes ganas de soltar el aparato y unirme a tan sonriente variopinto grupo.

La Primavera acaba de empezar y los días crecen, el verde empieza a salpicar el ambiente y las flores a alegrar la vista. Y varias serán las ocasiones para pasar buenos momentos.

Gran merci a todos, todos, todos…!!! Hasta pronto….!!!!!