El primer sol de marzo jugó a despertar al bosque, todavía desnudo, antes de que entrara el grupo de niños. Llegaron curiosos y atentos, se sentaron en el círculo de troncos de madera, junto a la cabaña del árbol, y hablaron del sueño de las semillas, de los puntos cardinales y de la primavera que venía. A la tarde, entre todos, plantaron un tejo y cada uno se llevó una semilla en un pequeño bote de cristal para germinarla en su nido de algodón.