La soledad en la que ha quedado inmerso el bosque en este «Été Indien» me ha completamente cautivado, por no decir abducido, haciéndome perder conscientemente la noción del tiempo otoñal.

Las temperaturas más bien estivales, el gran silencio, la ausencia de lluvia, los colores cambiantes, han hecho que mi mente derive de árbol en árbol, absorta en los colores del cielo, el movimiento de las copas,  recogiendo toneladas de pimientos, comiendo higos, regando  kiwis, observando cuervos y ardillas recopilando  nueces, pájaros carpinteros cascando avellanas y salvando erizos cansados de nadar en aguas confinadas, cuando se caen a la piscina.

Y los días han seguido pasando rápido, nítidos, con una luz sorprendente que nos han dejado atardeceres de horizontes increíbles y noches de luna y estrellas para no dormir.

Tengo que confesar que me ha costado dejar de lado mi ensimismamiento natural  para ponerme delante de la pantalla e intentar resumiros con pocas palabras y varias imágenes, lo que ha sido este verano aquí escondidos en este enclave atemporal.

La lluvia de hoy ha hecho que consiga aprovechar estos momentos de interior para ponerme a ello!

Desde Julio hasta Septiembre en el  Bosque hemos vivido 5 semanas intensas acompañados de varios grupos de gente tan ávidos como nosotros  de naturalidad y buenos hábitos.

Los retiros han sido guiados por el ya  incondicional equipo del bosque, formado de diferentes profesores de yoga, nosotros habitantes y colaboradores varios. Todos con gran dedicación nos hemos entregado desde el primer momento y hasta el último, en nuestros diferentes papeles, pero con la constante general del buen humor.

La naturaleza como siempre protagonista, ha hecho posible encuentros inolvidables, momentos entrañables, aventuras varias, limites superados, cansancio de gran valor, aprendizaje diario, cada uno de nosotros, en cada gesto y a cada paso.

Nos hemos juntado en la misma mesa y desplegado esterilla en la misma tarima, adolescentes, adultos, maduros, futuras mamas, parejas, viajantes solitarios, nacionales, extranjeros, urbanos, menos urbanos, isleños.

Hemos convivido, cuidado, compartido, disfrutando de placeres sencillos y de grandes momentos.

Hemos practicado sesiones de yoga matinales en la soledad tan inspiradora del bosque en silencio, rodeados de arte integrado entre los árboles; hemos subido cuestas y respirado profundamente el aire astur entre mar y montaña; hemos contemplado la costa llanisca; surcado ría y mar, poniendo a prueba nuestro equilibrio; hemos bajado ríos entre risas y rápidos que nos han hecho derivar en nuestras propias mentes;

Hemos compartido diferentes platos, sacado partido a la huerta y hecho paellas conjuntas, hemos brindado con agua, vino , cerveza y sidra. Hemos comido vegano, vegetariano, sin gluten o con él, con lácteos o sin lácteos, adaptándonos todos a las necesidades de los participantes de cada momento; hemos sabido aprovechar momentos de dolce far niente en la piscina,  de la sombra del roble, de los momentos de lluvia, de las sobremesas con conversaciones activas; nos hemos regalado masajes reparadores que cuidan cuerpo y alma.

Nos hemos dejado llevar en meditaciones guiadas en los atardeceres entre helechos y castaños; nos hemos dejado ajustar en nuestras asanas, concentrándonos en la respiración, llevando el cuerpo más allá de lo que hubiéramos imaginado; hemos estado inmersos en baños de bosque reparadores que inexorablemente disminuye estrés y  oxigenan la mente.

Hemos montado a caballo;  visitado pueblos con encanto, contemplado  Picos de Europa  desde diferentes rincones de la Sierra del Sueve; hemos saludado al sol, a la luna, a vacas, gallinas, toros y burros testigos de nuestros paseos desenfadados sin prisa y con pausas; nos hemos dejado llevar por la música y la danza del fuego bajo la via láctea  buscando estrellas y galaxias.

Nos hemos encariñado unos con otros y hemos llorado en las despedidas pero creo que todos hemos sabido aprovechar lo que el bosque nos ofrece, es decir, un aire renovado sin conflicto que nos hace ir y venir en la naturaleza con una extraña sensación de libertad.

Año tras año estamos cada vez más contentos y satisfechos de haber abierto las puertas de este espacio a gente que sabe sacarle el partido que se merece tanto a nivel humano como natural y entre todos colaborar a preservar todo lo bueno que aquí se encuentra.

En la lógica del bosque y en la lógica del mar está la solución; Cuidémoslos!